sábado, 10 de diciembre de 2016

XX

Soy anacrónica.
Lo he sido siempre.
De la piel
Al nombre.
Mi presente
Se resiste
Al devenir del tiempo.
Mi presente
Inmediato,
Próximo,
Latente.
Lo confieso,
Soy anacrónica
Y ayer ya no existe
En mi lenguaje.
Tengo la Historia:
La piedra Rosetta
Impregnada en mis poros.
La escritura críptica
De los sumerios
En mi lengua.
El Talmud,
El Popol Vuh,
Las Escrituras
Y las ovaciones
A Alá,
A mis espaldas.
El eco de las sirenas
De Homero
En mi garganta.
El amor cantado
De los trovadores,
En mis poemas,
De las celestinas
Sin dientes
Y las bellas
Musas de la Edad de Oro.
Los viajes a las Indias
Y la vuelta al día
En ochenta mundos.
Juana de Arco
En mi osadía
Y en mi supuesta locura.
Las muertes perpetradas
En los reinos Shakespearianos
Por los celos y la ambición
Humanas,
En mis pavores,
En mis codicias.
Las conquistas,
Los mapas
En las líneas de mis manos
Reseguidas por brujas
Quemadas.
Las muertes
Anónimas
En países que un día
Colonizamos.
Las oráculos desoladores
De Auscwitchz.
Auscwitchz.
Las palabras de las mujeres
Que escribieron en secreto
Y lucharon por una
Habitación propia.
Los lenguajes binarios
Que aniquilan la belleza
Genuina del naufragio.
El ángel caído.
Una sinfonía perfecta:
Cuatro minutos y treinta y tres segundos
De mi silencio.

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