sábado, 10 de diciembre de 2016

XVI

Cuando no había ruidos en la casa, y las paredes y los balcones eran blancos como la nieve. Cuando los caracoles se subían a las ramas y podías reseguirlos en su camino de lavas, y los dedos se pegaban a la resina. Cuando los pájaros eran alas y viento y podías tumbarte en cualquier parte de la ciudad, y no se oían gusanos bajo tierra oliendo a los muertos, y no había puentes que llevaban a ninguna parte, ni escaleras al cielo, y el aire estaba cubierto de bruma, y jugabas a perderte en los pantanos, cazabas bichitos y los liberabas. Cuando no había ruidos, sólo un blanco eterno en la ciudad.

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